EL CONTADOR DE HISTORIAS

epoca de estudiante. museo de la universidad de antioquia donde reuniamos
algunos amigos. una tertulia interesante 


Si algo recordamos con afecto de nuestra niñez son las noches de cuentos con tus abuelos, generalmente era ser transportado no solo al pasado, sino a un mundo mágico, a veces lleno de seres míticos y legendarios, de historias entre reales y descabelladas con trama y un desenlace muchas veces moralista aunque no siempre lo era. El relato ha sido desde siempre una de las herramientas más memorables de transmisión de la herencia cultural y del conocimiento básico de la existencia. Seguro muchos de nosotros tomamos las primeras herramientas para la vida del relato y además de allí extraemos algunas de las más hermosas experiencias de nuestra vida.

El relato lo encontramos constantemente en la historia. Seguramente mientras se pintaban las paredes de Altamira, alguien relataba historias de animales que se convertirían en criaturas míticas y que con ellos nacería el símbolo creador de la cultura universal o como olvidar a Sherezada por ejemplo, quien gracias a sus relatos logro no solo sobrevivir a una muerte segura sino rescatar a sus hijos y sanar el alma del califa su esposo. Así que no solo es la gran herramienta creadora de la cultura sino el vehículo de sanación del alma.

Sé que el título de esta crónica suena extraño…se hubiera escuchado posiblemente mejor que se llamara el narrador de historias o el relator de historias o algo por el estilo. Sin embargo hay una relación entre el número y el lenguaje escrito: la concatenación de hechos pero más importante que ello es como un hecho lleva al otro desde el origen hasta el final. Igualmente, después de terminar vemos que sigue más allá de lo que percibimos extendiéndose hasta el infinito. No en vano el número y la proporción tienen un alto simbolismo y una presencia constante en el mito.

Las historias siempre están ligadas unas a otras. Si uno es perspicaz vera la compleja trama en vez de una colección de hechos simple. Cuando se cuenta una historia se lleva al que la escucha desde su origen hasta su destino. La cultura humana está construida a partir de las historias y no es de extrañar que sea el vehículo por el cual se enseñaban los principios de una sociedad, así como los misterios de la vida entre otras muchas cosas más.

Afortunadamente para mí no solo descubrí el poder del relato de mi experiencia con mis abuelos: también encontré maestros que me llevaron al conocimiento por el camino del relato. Algunas de las mejores experiencias en la universidad las tuve en dos cursos: termodinámica y campos electromagnéticos. Por su naturaleza, y seguro lo es tan pensando, son un logar extraño para encontrar una narrativa pero ya verán que no lo es. La termodinámica es la ciencia que estudia la interacción de los cuerpos por medio del calor. Antes de ver el curso había leído mucho sobre astrofísica (si alguna historia tiene poder es esa: la del origen del universo y su funcionamiento) y un lugar común es la segunda ley de la termodinámica que palabras más o palabras menos, nos dice que el universo como lo conocemos está condenado a desaparecer, mejor dicho es el apocalipsis escrito en medio renglón. Así que tenía cierta ansiedad de ver el curso y entender mejor el concepto de entropía.  El nivel del curso no es tan complejo para nosotros los estudiantes de ingeniería eléctrica como para otras disciplinas que requieren verla con un rigor mayor.

Con estas expectativas inici el curso de termodinámica en una época por demás conflictiva de la universidad. Llegue al salón de clase designado pero no creí ni remotamente que el personaje que en ese entonces me encontré fuera el profeso: vestido con una pinta más bien de obrero setentudo. Delgado como el solo podía pasar por el náufrago el cuento de García Márquez, con un aire a Albert Einstein pero incluso mas desaliñado. Debo confesar que  Pensé que era parte del personal de mantenimiento. Sin embargo las apariencias engañan y más allá del excentricismo del personaje se oculta una gran inteligencia y claridad impresionante para ver el mundo, una mente bastante excéntrica pero en esa misma medida lucida. Me refiero a Horacio Uribe conocido por todos como “el loco” Uribe (el porque creo que cae por su peso). Era supremamente placentero recibir la clase. Siempre toda introducción a un nuevo tema iba acompañado de una historia concatenada al tema, algunas sobre la historia de las ciencias, otras sobre la historia de la ciudad otras sobre la de la universidad, muchas sobre las tres. En todo caso relatar y escuchar historias siempre nos alegrara el corazón.

El interés que las historias relatadas eran el huso que impulsaba el hilo de la historia en una trama más compleja, de una u otra forma comencé a entender que las historias se superponen y dan forma a figuras más complejas que no son visibles  por los sentidos de la obviedad. Creo que algunos de los grandes logros alcanzados en el curso, más allá del entender el concepto de entropía y la segunda ley, el cual además se asume de una manera distinta casi siempre durante el curso, fue el entender el contexto energético desde el punto de vista de la eficiencia térmica (lo cual para mí fue valioso ya que el tema de la energía y la generación fue unos de las mayores motivaciones para elegir ese campo de estudio) además (y más importante) entender más profundamente el contexto de las ciencias.

Si miramos la termodinámica como base de los fenómenos térmicos en las antípodas esta el electromagnetismo. es la base de los fenómenos eléctricos incluido la generación (que es uno entre muchos la segunda era y es el eje temático de nuestra profesión y es un curso de verdad retador por su dificultad. En campos el curso iniciaba planteando (nuevamente) uno de los problemas más memorables del pensamiento clásico: la naturaleza de la materia. Cuenta la historia que en Grecia en su periodo clásico, se plantearon dos modelos distintos para explicar la naturaleza de la materia: el continuista y el atomista. En el primero se subdividía la materia infinidad de veces y nunca se llegaba a un punto de origen o unidad fundamental. En el segundo si se podía llegar a una partícula mínima de materia y a dicha partícula se le llamo átomo.

El primer modelo era defendido por Aristóteles y el otro modelo por filósofos como Demócrito y Leucipo que provenían de las ciudades griegas de Asia menor. Luego de que estas ciudades cayeran en manos de los persas muchos de estos pensadores se fueron refugiados a las ciudades griegas en el lado europeo del egeo como Atenas o Tebas por decir algo (no a Esparta porque allá no gustaban mucho de ese tipo de refugiados). Aristóteles prevaleció debido, entre otras, a la caída de las ciudades griegas asiáticas como Mileto fortaleciendo la explicación más idealista y menos materialista de las ciencias, ya que esta última provenía de las ciudades caídas, bueno, Esta es una teoría entre varias. Esta la leí hace tiempos en un libro al respecto.

 Sin ahondar mucho en la historia subsecuente ya que es larga (no aburridora pero no va al punto), llegamos al siglo XlX donde a finales parecía que ganaría el atomismo, a pesar del éxito de la teoría clásica Newtoniana de las ondas. Ya se conocía un modelo atómico no definitivo pero iba en desarrollo (incluso hoy se sigue desarrollando además). Por otra parte la base del modelo continuista que era el fenómeno ondulatoria tenia graves problemas para explicar cómo se propagaba la luz  en el vacío así que se ideo un fluido muy tenue (el éter) pero las características de esta sustancia eran bastante contradictoria: por un lado ser tan tenue que no fuera percibido por los sentidos y por otro tan rígido como el acero así que la existencia de tal medio fue descartado, o mejor dicho, ser muy complejo para ser una hipótesis a tener en cuenta (no necesariamente falsa, ya que en la ciencia para declarar algo falso o inexistente debe probarse tales hechos).

Ya en el siglo XX se estableció un modelo exitoso del átomo. Sin embargo se descubrió que las partículas no solo se comportaban como tal sino que a la vez se comportaban como una honda. Esto es algo de lo más extraño: se comportaba como dos cosas completamente opuestas que provenían de ideas opuestas sobre la materia, es como ser el día y la noche al mismo tiempo. Al final del curso se llegaba a la conclusión de que ese gran problema, sobre el que se creó todo el edificio de la ciencia moderna, no se ha solucionado.
Y he aquí algo valioso. Puedo decir que igual que como con el curso de termodinámica, el hecho de entender los fenómenos electromagnéticos y la trama de las ciencias (aquí incluso más vivida y profunda) fueron grandes revelaciones. En este caso tenemos una tercera: el hecho que así ha veces no se dirima la discusión, por el simple hecho de proponerla se consiguen los frutos. Si bien no se ha logrado zanjar esta importante discusión, son evidentes los beneficios que como humanidad obtuvimos de ella.

Todas las cosas hacen parte de un gran relato. Por eso lo interesante de estos cursos es que la temática de la materia como tal, era comparada en medio de un relato histórico del origen de las ciencias pero incluso más importante y que además es algo que tristemente hoy no entendemos, como se relaciona ella con el resto de la historia. Por ultimo esta la que para mí es la mejor forma de transferir el conocimiento, incluso la más antigua: relatando historias, así en el trámite de una historia se entrelazan otras. Por el interés en unas se llega a la pasión por otras, la experiencia adquirida por la humanidad en su largo o corto trasegar por el planeta. En el relato podemos entender las motivaciones de los protagonistas e identificarlas con las propias. Hacemos propias las experiencias de los protagonistas en la nuestra propia.

Y es que como anteriormente habíamos dicho, relatar o contar va más allá de enumerar y describir los hechos acaecidos. Si el relato es una concatenación de hechos que nos preceden y anteceden, nos identificamos como parte de él entonces la entendemos, ya no nos es ajena.

Creo que uno de los motivos por los cuales decidí relatar y escribir este tipo de historias, es porque en algún momento creí y todavía creo: que las historias no deben morir. No solo las del rugby sino las que son ajenas a él, no solo las propias sino también las ajenas, no solo las universales sino las anónimas. Cada historia tiene una enseñanza, una experiencia y todos podemos hacernos partícipes, identificarnos con los hechos, tomar parte de nuestra propia recreación, adueñarnos del relato y porque no, reescribirlo y al final aportar nuestra propia trama en la colcha de la historia del universo.

Creo que al mundo le hace falta que contemos más historias, que nos reunamos más alrededor de la hoguera o la estufa, en un cuarto o la naturaleza, alrededor de los ancianos, de los amigos o de los niños; no dejar morir la historia y permitir que viva para que sea enriquecida. Renunciar a ellas para que quien la reciba la enriquezca. Enseñar con ella y mediante ella.

Recuperemos el encanto del relato y compartamos los nuestros cargados de magia, en boca de una anciana en un claro de la selva o en un abrigo rocoso donde además los relatos permanecen pintados; o las historias de nuestros abuelos cargadas de pasado, de magia y de experiencia. En nuestro tiempo peligran incluso los grandes relatores que podían como los grandes maestros llevarte a la vivencia de la historia como propia. Grandes maestros no solo del saber sino de la experiencia. Se desacreditan las historias, solo existen las ilusiones del futuro, de desecha la experiencia del pasado.

Creo que hoy deberíamos arriesgarnos a relatar, a contar, a no dejar tanto en manos de lo fútil, de lo corto y pasajero. Apostar más a la eternidad que se plasma en reconocer que nuestra propia mortalidad, ser una parte de un gran relato en el cual nuestro papel siempre será corto pero que al hacer parte de él nos pertenece. No siendo más los conmino nuevamente a escribir y relatar más historias, tómense el tiempo de contarlas a sus hijos, sobrinos, amigos alumnos o como es mi caso por este medio que se hizo para todo menos para ello pero del que deberíamos apoderarnos para hacerlo.

Y aquí termina por hoy esta historia, me despido por ahora.
LUIS GUILLERMO ARBOLEDA

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