HISTORIAS DE MI CIUDAD

Edificios Carré en la carrera carabobo en Medellín

Sé que este es un título fácil, obvio y hasta posiblemente repetido. Podría haber escogido nombres como “relatos de la bella villa”, y “sucedió en la tacita de plata” apelativos rimbombantes que le acuñan frecuentemente al nombre de esta mi ciudad (soy de Medellín, Colombia). Como podrán ver, lo obvio, fácil y repetido funciona y por esas razones es por lo cual lo hago así sea eso: fácil, obvio y repetido.
La razón por la cual lo es porque todos en algún momento hemos querido escribir o al menos hablar de nuestra ciudad natal. Posiblemente en un principio porque es el terreno que conocemos más, o incluso, el único que conocemos sobre todo cuando todavía se desconoce demasiado el mundo que esta allá afuera. Luego cuando los años pasan y nos hacemos viejos, porque nuestra alma es atacada por la nostalgia o como dirían por ahí comenzamos a deshacer los pasos y cada vez ansiamos más retornar al sitio donde la felicidad fue más perfecta y ese lugar es donde uno fue niño.
Para mí siempre fue un interés latente desde mis épocas de juventud y que hoy día veo como una deuda asi que podemos Decir entonces, que esta es una pequeña cuota del total de esa deuda. Yo nací, por así decirlo, en lo que para mí es una frontera temporal en la que hubo un antes y un después para la ciudad o mejor dicho un punto de inflexión donde ocurrieron cambios radicales y dramáticos. Se puede decir entonces que viví con un pie en una Medellín del pasado y otra del futuro (o ya en este momento, presente). Uno en la década de los setenta y otro en la de los ochenta. Hoy aquí, prefiero hablar de la primera época y espero posteriormente hablar de la segunda que es bastante dramática y no tan pintoresca como el antes.
La “historia” de esta historia, valga la redundancia, comenzó esta mañana mientras veía un artículo de prensa sobre los restos del antiguo acueducto. Es algo que con las nuevas obras se ha vuelto frecuente en todas las ciudades donde incluso se han encontrado joyas arquitectónicas milenarias y que es bastante bueno por no decir necesario. Y es que en una ciudad como Medellín, donde todo cambia tan rápido (en unos sentidos como ya verán) el encuentro con el pasado es de verdad entrañable y el encanto de esos antiguos pocos rincones que aún se resisten ante los embates de los cambios, es de verdad sobrecogedor.
Mi fascinación por ese mundo oculto que se resiste a pasar al olvido se lo debo en mucho a mi abuelo con quien por primera vez hace ya bastante tiempo, al centro. Bajaba  (siempre decimos así, como cuando el campesino viaja de la vereda al poblado) por múltiples razones: citas médicas, a clases de fotografía, a comprar artículos varios y mientras deambulábamos por las calles añejas y descuidadas me relataba  las historias, la cotidianidad de aquella vieja ciudad de manera similar a Gabriel García cuando su abuelo lo llevo a conocer el hielo. Seguro el mundo descubierto a través de los ojos de los abuelos es un lugar común en la memoria de todos.
Para comenzar hablaremos de como inicio todo. Después de que la cordillera central emergió se fue conformando con el tiempo un pequeño valle montañoso que por su ubicación en el trópico y altura sobre el nivel del mar tenia (y aun lo tiene a pesar de los cambios) un clima inmejorable.
Fue entonces poblado en un principio por pueblos agricultores de la familia lingüística chibcha y posteriormente Karib. Aunque habitualmente se piensa que ya que la cerámica que se ha encontrado es más de carácter utilitario y relativamente sencillo y así como también lo es la orfebrería, que el desarrollo cultural de estos pueblos era bajo. Solo es ver la red de caminos de piedra que desde el valle de aburra se conectaban a Urabá y el rio magdalena para ver que no era así.
El mariscal Jorge Robledo que fue uno de los primeros exploradores de este territorio en extremo lejano y montañoso. Había llegado por el valle del rio cauca, posiblemente la única vía en ese tiempo para llegar, al menos con una facilidad relativa, a este punto del planeta que más parecía la nada. Obviamente venia, como la mayoría de sus compatriotas, en busca del dorado. Sin embargo no era muy apetecible explorar ese territorio tan difícil que se abría allende el cauca y seguramente por eso no fue sino hasta el año de 1541 que alguien logro llegar al valle del aburra. Sin embargo no fue Robledo quien llego a este pequeño reducto escondido en las montañas sino un lugarteniente suyo, Gerónimo Luis Tejelo (así como esa calle del centro que está cerca de las zonas de tolerancia donde se mueve un fluido comercio de vegetales y donde dicen se puede encontrar la mejor morcilla de la ciudad. Confieso que no he tenido el valor de corroborarlo) quien fue enviado a explorar que había detrás de esas montañas que rodeaban al cauca. No creo que ello le allá hecho mucha gracia a don Gerónimo porque la misión que le encomendaron más que una simple tarea de reconocimiento parece un castigo. Subir desde el occidente a caballo no era seguro prometedor de placeres en ese tiempo.
Sin embargo don Gerónimo, como le diremos desde ahora, estuvo algo de buenas porque encontró un pequeño valle que en ese tiempo debió ser supremamente hermoso aunque bastante pequeño. Todavía hoy discuten si el valle del aburra es un cañón muy ancho o un valle muy estrecho. Si uno pudiera estar en ese momento, retirar todos los edificios y volver a ver el rio meandrico y con humedales tal cual solía ser en ese tiempo, con el sur boscoso el norte algo más seco, seguramente veríamos un muy hermoso paisaje.
Don  Gerónimo, que llego por el corregimiento de Altavista (o por robledo según otras versiones), decidió entonces explorar el valle y entonces envió un pequeño destacamento a explorar el recién descubierto valle. Este destacamento tuvo la tan mala fortuna de encontrarse con los pobladores, amos y señores en aquel entonces de este rincón de la tierra, hablo del pueblo de los aburraes.
Estos no eran en absoluto cobardes para huir y seguramente ya sabían de la llegada de estos hombres extraños y que además no traían muy buenas intenciones. Por esto sin más ni más, decidieron atacarlos y desollarlos a ver si de esa forma lograban deshacerse de estos barbudos de extrañas vestimentas, olorosos y acompañados de extraños animales que parecían salidos de una pesadilla inducida por el fruto del borrachero y casi lo lograron sino es porque algunos cuantos lograron escapar y darle a Tejelo la noticia.
Este que no era para nada un alma de dios aunque supuestamente venia en su nombre, procedió a vengar a sus hombres y organizo una expedición punitiva que cuando encontró el primer grupo de nativos los capturo y los llevo a su campamento. Ahí les aplico un viejo castigo hispánico aprendido en las guerras de reconquista: les cortó los brazos y luego se los ato al cuello, devolviéndolos así a su hogar. Los aburares al verlo supieron que no trataban con una persona amante de  la conciliación, algunos incluso procedieron a suicidarse. Otros se sometieron al no tener mayores posibilidades. Creo que tristemente esta historia se ha seguido repitiendo desde hace quinientos años. Solo es cambiar el nombre de los protagonistas y seria completamente igual.
Los habitantes nativos del valle fueron trasladados a lo que ahora es el sector del poblado donde se creó el primer resguardo indígena de la ciudad cerca de donde se fundaría la ciudad de Medellín. Hablar del poblamiento indígena del valle del aburra es algo todavía complicado. Después de años de olvido apenas estamos buscando hoy esa verdad que desapareció sin más ni más dejando eso sí, la ya citada multitud de caminos de piedra hoy todavía vigentes y en uso que repito, demuestra que no eran lo que solía decir de ellos.
Como Tejelo no halló oro, que era lo único que les interesaba al fin, tanto él como Robledo siguieron derecho y solo hasta 1616 se fundó el poblado que hoy es Medellín o mejor dicho la villa de nuestra señora de la candelaria de Medellín (menos mal ya solo es Medellín, de solo imaginarme escribir ese nombre en la multitud de formularios que uno tiene que llenar hoy día se me eriza el pelo, o mejor dicho, lo que queda de él) por un ciudadano obviamente español llamado Francisco Herrera de Campuzano.
El nombre de Medellín es en honor a la Medellín peninsular y esta a su vez fue nombrada así por su fundador el patricio romano Quinto Cecilio Metelo Pio muy probablemente en honor al clan patricio de los Metelos (el nombre de aquel poblado era en aquel entonces Metellinum). Después de la fundación la ciudad volvió al sueño de siempre, aislada de todo la que pasaba fuera de las montañas que la rodean por lo que de la época de la colonia solo le quedan a la ciudad dos edificaciones y precisamente dos iglesias (tan extraño, no?): la candelaria y la Veracruz. La primera es de 1641 y es la construcción más antigua de la ciudad, la segunda data de 1712 aunque fue demolida y reconstruida en 1791. No había ciudad en ese tiempo…solo una serie de caseríos y un pequeño ubicado lo que hoy es la avenida la playa y el parque de Berrio donde están las citadas iglesias.
Se encontraba en ese largo sueño cuando de repente estallan las guerras de independencia, de las cuales apenas se entera y en medio de ella comienza la disputa entre Santander y Bolívar. El primero defendía el liberalismo y el segundo el conservatismo, si es que tales ideologías de verdad existían porque incluso hoy es bastante discutible la existencia de un verdadero liberalismo en Colombia. El caso es que la capital de la provincia, santa fe de Antioquia estaba a favor de Bolívar mientras la segunda población en importancia, que era Rionegro, apoyaba a Santander.
Aprovechando el segundo que el primero se fue a las guerras de independencia en el sur decidió cambiar la capital provincial a Rionegro a lo cual bolívar al enterarse se opuso rotundamente. Luego de lo que seguro fue un agria discusión se decidieron entonces por la solución salomónica, o sea partir por la mitad y en ella estaba Medellín.
Podemos decir que la ciudad se despertó para ser capital provincial para luego volver a dormir. Solo la despertaba esporádicamente El Sombreron, que pasaba por las noches sacudiendo cadenas y amenazando a quien se encontrara en el camino. Muy probablemente si existió el famoso espanto pero muy seguramente no era ningún ser ultramundano salido del mismísimo infierno, que cargaba a su espalda las maldiciones proferidas por algún cura santón de día pecador de noche y que lo más probable es que fuera un contrabandista de tapetusa que pasaba con las alforjas ten llenas de la famosa bebida alcohólica como lo estaban su sangre y cabeza, mientras se reía de la candidez de las ancianas que se persignaban, los niños que se tapaban con las cobijas, los borrachos que se desmallaban.
La provincia de Antioquia era verdaderamente aislada en esos tiempos y su economía se basaba en la minería y la agricultura. Había grandes minas de oro pero de ello no se beneficiaban mucho los habitantes, aunque la mina de oro más grande del mundo estaba asentada en sus tierras. Hablo de la mina el silencio que era entonces propiedad de la Frontino Gold Mines y que era dueña del subsuelo, algo que solo ocurre allí ya que en el resto del país el subsuelo pertenece al estado. Se ha llegado a especular que ese fue el pago que la nación le hizo a la corona británica por la inmensa ayuda que le presto en la guerra de independencia.
Sin embargo la minería permitió capitalizar la expansión del cultivo del café, y esta a su vez le dio capacidad a los anteriormente campesinos pobres de adquirir bienes y servicios lo que permitió el crecimiento de actividades comerciales y posteriormente industriales que se fue centrando en la ciudad.
Entonces la ciudad comenzó a despertarse y a reconocer el mundo, seguro con los ojos todavía entrecerrados y lagañientos, con la memoria entre ensoñaciones. Entonces llego la luz eléctrica y la noche se acabó. El muy famoso personaje popular de aquel entonces conocido como marañas le dijo a la luna en el mismo instante que se encendió por primera vez el alumbrado público: “ahora si te jodites luna, a alumbrar a los pueblos”. Se abrieron entonces plantas industriales a principios del siglo xx para suplir las necesidades crecientes de la población de la región y comenzaron a llegar las migraciones que hicieron que la ciudad fuera creciendo. Los antes campesinos comenzaron a adquirir los hábitos de la clase media a la cual rápidamente se integraron. Algo extraño en un país donde entonces solo había ricos y pobres.
A pesar de todo, la ciudad seguía siendo una colección de pueblitos dispersos ubicados la mayoría en la franja oriental del rio que era más seca a diferencia de la occidental que estaba llena de humedales y que en ese entonces se le conocía como la otra banda. En la zona del oriente se formó entonces el barrio prado muy cerca del centro que seguía estando alrededor del parque de Berrio y ahora también el parque de Bolívar, donde se comenzaron a construir las casas de la nueva clase industrial. Este periodo se conoce como periodo republicano. La arquitectura era en realidad una mezcla de estilos traídos por arquitectos de origen europeo como por ejemplo Carré que construyo varios edificios relevantes y que hoy todavía existen. Casi todos estos estaban más inspirados en el estilo arquitectónico del neoclásico francés pero se puede ver también neogótico y otros estilos. Aquí lo importante era mostrar la nueva opulencia de los pobladores de la ciudad.
Con las nuevas construcciones, la ropa y usos que estaban de moda en esa época en el mundo exterior, incluido el tango y el cine. Esta puede ser la Medellín que más me gusta, seguramente la más poética y bucólica. se logró terminar por fin el ferrocarril y este llego a lo que hoy es la alpujarra o más bien al frente de ella: al barrio Guayaquil, más precisamente a la plaza Cisneros conocido anteriormente como el pedrero.
Era el pedrero un sitio bastante colorido y abundante en olores. Desde el olor de las flores de santa Elena hasta la putrefacción del pescado de Puerto Berrio pasando el sudor de los coteros que cargaban y descargaban apresurados, los vagones del tren. La plaza tenía  un estilo neoclásico como casi toda la ciudad de aquel entonces y de forma similar a sus vecinos, los edificios del ferrocarril y los edificios Carré que en ese tiempo eran unos lujosos hoteles para prósperos comerciantes que llegaban de la provincia en el ferrocarril. Luego terminarían convertidos en burdeles para al final de la década de los noventa ser rescatados del olvido.
Aquí confluían tanto el tango, el aire musical predomínate en la ciudad que era el favorito de la clase obrera de la ciudad, donde Gardel fue dios y lo sigue siendo en su nuevo olimpo ultramontano, ya que aquí murió en un desafortunado accidente aéreo. También la música de carrilera que como su nombre lo dice, se movió por todo los lugares donde se movía el ferrocarril. Era una especie de fusión entre la música campesina y las rancheras de los melodramas mexicanos que junto a las películas protagonizadas por Carlos Gardel eran los que la gente del común veía en los cines. En esta época fue que mi abuelo creció y fue la ciudad que él me enseño o al menos lo poco que de ella quedaba.
Mi abuelo no fue precisamente una persona sosegada. Su primer empleo fue en el ferrocarril y recorrió todas las rutas posibles en él. Fue uno de los primeros que aprendió a reparar máquinas de escribir en la ciudad, fue bombero y como detective persiguió al famoso ladrón de la época llamado el pájaro azul sin lograr nunca atraparlo. Además entre otras cosas, era liberal aunque posiblemente como los liberales de Rionegro que como solía decir alguien que conozco: “para godos los liberales de Rionegro” sin embargo. Siempre fue apasionado defensor de los gobiernos y candidatos liberales.
Siempre fue seducido por el mundo de la calle. Por un lado la bebida y por otro probar de todo. En esa época casi todo el mundo optaba por trabajar luego de ser bachiller ya que ello se consideraba en ese momento, un nivel de escolaridad bastante aceptable. Para mí el centro de Medellín siempre estará marcado por el recuerdo de mi abuelo, de los pasajes de codo y la bastilla, la playa y el parque de bolívar, de la antigua plaza España que quedaba cerca de donde ahora está ubicada el parque del periodista, del paraninfo donde estuvo ubicado también el colegio san Ignacio (de donde se graduó como bachiller) y de allí la ventana por donde me conto algún día, se le escapó a los curas cayendo en su intento, sobre un puesto de frutas. Eso entre otras historias, pero no es aquí donde las relatare.
Así la ciudad fue llegando a los años cincuenta y ya era bastante prospera. Ya la banda oriental estaba bastante llena mientras la otra, la occidental u otrabanda, estaba apenas poblada, con pequeños caseríos. De hecho lo que hoy son La América y Belén eran en ese tiempo corregimientos (La América, por ejemplo, era el corregimiento de La Granja) que fueron posteriormente anexionados como barrios. Era además el sitio donde muchos de los ricos o pudiente tenían sus casas de recreo, habían igualmente caballerizas como por ejemplo en lo que hoy es el barrio Carlos E Restrepo o burdeles en lo que hoy día es el Naranjal, me imagino aquello como en la película de bajo presupuesto de Hollywood, Porkys, donde todo era virtud en el pueblo y pecado en las afueras.
Fue entonces donde se comenzó a planificar una nueva ciudad, no la republicana con aires de ciudad europea del siglo XlX sino una contemporánea mucho más cercana al art decó de esa época. Ya para esa época los medios de comunicación, inicialmente el cine y la radio y posteriormente la televisión, hacían que la información viajase mucho más rápido y llegara a más personas o al menos en las ciudades, porque todavía en el campo se vivía a otra velocidad aunque esto también estaba cambiando pero no precisamente por el avance en los medios tecnológicos sino tristemente por la violencia.
Habían dos problemas para “colonizar” los territorios ubicados al occidente de la ciudad: el río y las vías. Como ya dijimos, el río era meandrico lo que significa que bajaba serpenteando por todo el valle y que cuando se crecía se desbordaba  e inundaba las tierras bajas de esa franja y por ende permanecía llena de humedales malsanos pero seguro bastante pletóricos de vida.
No obstante el crecimiento desmedido ya hacía que el río estuviera altamente contaminado. Ya de por si desde 1910 se habían planteado el canalizarlo aunque eso significaba matarlo. La falta de dinero y al menos eso quisiera creer, algo de amor al río, lo impedían además de que el río de esa época era indómito como a veces lo podemos ver cuando las lluvias le dan la fuerza para combatir inútilmente sus cadenas. Pero al inicio de la década del cincuenta la situación había cambiado: ahora el río yacía contaminado al nivel de ser peligroso para la salubridad. Incluso, mi abuelo y su hermano casi mueren de tifus debido a que se iban a pescar corronchos en el sitio donde ahora está la plaza de toros la macarena.  
En los cincuenta ya el dinero no era problema y sumado a la ambición que generaban las extensas tierras del otro lado hacían que la suerte estuviera echada. Rio aburra te llego la hora dijeron muchos y entonces llamaron al ejecutor. Su nombre era Barton M. Jones quien era un ingeniero hidráulico norteamericano. Así como en el western los pobladores desamparados de un territorio lejano llaman a un justiciero que les arregle el problema. Cuenta la historia que al llegar todos le dijeron - usted no conoce nuestro rio- entonces Mr. Barton les responde – su río no me conoce a mí- y así queridos amigos ganamos la ciudad pero perdimos el río.
Sin el problema del río ahora había que pensar en barrios, iglesias, autopistas, comercios, zonas para las nuevas industrias y obviamente las infaltables iglesias (y joda con las iglesias carajo). Así que recurrieron por la misma década a unos arquitectos de origen europeo: Paul Lester Wiener (alemán) y José Luis Sert (catalán) quienes elaboraron el plan piloto para para Medellín. Estos eran planificadores urbanos de la escuela de Le Corbusier quienes ya habían elaborado el plan piloto para  Bogotá y otro para Tumaco que había sido arrasado por un incendio en aquel entonces.
Fueron naciendo, Conquistadores y Carlos E, Belén y La América, Laureles entre otros tantos y sobretodo la avenida 80. También a Pedro Nel Gómez, uno de los más famosos artistas antioqueños y además ingeniero se le ocurrió imitar el sistema de avenidas, transversales y circulares que se usaba en parís en vez del rectangular romano de calles y carreras y para su gusto y nuestra desgracia cuando buscamos una dirección en esos lugares, le hicieron caso.
El eje para la nueva urbanización el occidente de la ciudad fue la avenida 80 que atravesaba la cuidad de sur a norte desde La Aguacatala hasta Robledo. Se puede decir que se prolonga hasta el barrio parís en el municipio de bello aunque parece en algunos lugares más una calle barrial que una gran avenida. Bueno…en realidad nunca lo fue.
Y así a mediados del siglo XX teníamos una ciudad resplandeciente, nueva como siempre le sucede a Medellín de manera regular y entonces, como al parecer nos gusta (no es mi caso, me abstengo de ello), estrenamos nuevamente ciudad. Y es que en Medellín nada permanece por mucho tiempo excepto la “godarria” según parece.
 Así la ciudad era ahora resplandeciente a la medida de sus dueños de antaño y de los nuevos, ambos llenos de ilusiones y dinero. Pero a la sombra de su mirada todo estaba cambiando y pronto se “estropearía” esta ciudad soñada, eternamente primaveral, floreciente y con una paradójica mezcla de la mentalidad más modernista unida a la más reaccionaria.
En un inicio la migración era ordenada y se acogía gustosa a las reglas de la ciudad, sin embargo, la avalancha humana comenzó y las laderas se poblaron sin control en algo menos de dos décadas. Ya no hubo forma de acoger a esa avalancha humana que llegaban desplazados por la violencia y la enorme pobreza que se vivía en el campo. La ciudad que según Weiner no iba a tener más de un millón de habitantes, estaba alrededor de los dos y seguía creciendo. Eso sin contar con que en realidad la ciudad de hoy día es un área metropolitana más extendida y que ya está rayando los cuatro millones. Ni los que nacimos en esta ciudad podemos decir con certeza, donde empieza una o termina otra.
Cuando años después Weiner regreso a la ciudad, quedo en tal estado de shock, que difícilmente fue capaz de salir del hotel. Calcularon lo evidente en ese instante según los preceptos aplicados con éxito en Europa, pero sobrepasado con creces por el drama propio de Latinoamérica.
Y así. Quedaron sembradas muchas tragedias que estaban por venir y que transformarían de nuevo la ciudad que paradójicamente se volvió tímidamente hacia su pasado y hoy intenta recoger lo poco que queda de él no sin antes bañarse en lágrimas y sangre. De esta nueva historia que es la que yo viví hay cosas buenas como malas y perversas pero esto ya es otra historia…

LUIS GUILLERMO ARBOLEDA.


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