VOLVER HACIA ATRAS
Es algo que
ocurre cuando has vivido suficientes años. No puedes evitar detenerte y mirar
hacia atrás, rebobinar el rollo de la película a veces serie b de bajo
presupuesto, a veces melodramática, a veces magistral. Y seguramente rehacerla,
añorar los pequeños detalles, los lejanos olores de la cocina de la abuela, los
atardeceres eternos llenos en un principio de risas, más tarde de pasión y
después de nostalgias por lo que fue y por lo que pudo ser. Así como en El Aleph, el cuento del mismo nombre
escrito por Jorge Luis Borges.
En dicho, El Aleph
era un punto desde donde podías ver el pasado, el presente y el futuro. Aunque
dicha palabra es de origen persa, paso el mar egeo hacia Grecia donde se
convirtió en la primera letra del
alfabeto y la misma que simboliza el infinito, la letra alfa. El infinito es de
cierta forma el punto en el que te paras y
desde ese inicio puedes ver el final. Es atemporal. Como dato curioso,
también representa el dinero y la prosperidad al menos en las culturas
occidentales.
Volver atrás
muchas veces es cuestión de perspectiva. La perspectiva es algo que manejan los
artistas, dibujantes, fotógrafos y arquitectos y define como se ve algo a la distancia,
integrada en un entorno o concepto. Seguro muchos no saben, que el famosos
arquitecto catalán Antoni Gaudí, murió atropellado por un tranvía mientras
retrocedía seguramente para ver precisamente en perspectiva como iba su gran y
todavía inconclusa obra, la catedral de la sagrada familia al cual aun sin esta
sin terminar y es el gran icono de la ciudad de Barcelona.
Gaudí fue
famoso por su arco característico además de otras formas basadas en elementos orgánicos,
o mejor dicho, figuras extraídas de la naturaleza, además por su gran capacidad
de abstracción, o mejor dicho, la capacidad para generar imágenes mentales
sobre un problema. Aun así Antoni necesitaba ver en perspectiva su gran obra y
Quien sabe en qué pensamientos estaba absorto en ese momento para no ver esa
enorme mole de hierro y madera que se abalanzaba sobre él, seguramente estaba extasiado,
consumido por sus ideas como a veces nos pasa cuando algo nos fascina tanto que
no existe el mundo que nos rodea, seguramente algo así como lo que llamamos
iluminación. Sin embargo vemos que a pesar de su gran capacidad para generar
esas imágenes mentales, requería de la perspectiva para llevar su obra a la máxima expresión.
La perspectiva
no es solo un asunto de pintores, arquitectos y paisajistas ya que es algo que
sin saber afrontamos todos los días como lo aprendería durante mi juventud. Resulta
que recién cumplía los catorce años y además de las balaceras que podían
formarse en cualquier parte de la ciudad en esa convulsionada época, eran de
verdad bastante populares las películas de acción y entre ellas las de artes
marciales. En parte por el contexto que se vivía en ese momento en el cual el
mundo atravesaba la guerra fría pero que era bastante caliente en la ciudad, en
parte por el influjo de la globalización. Bueno…lo cierto es que de un momento
a otro todos queríamos ser bruce lee y Jean Claude Van Damme, y soñaban
infantilmente contra toda razón, en ser capaces de hacer cosas como partir un
muro de una patada voladora, perforar un coco utilizando el dedo meñique o
demás acciones fantásticas recreadas en el cine clásico de Kung Fu .De hecho
creíamos que mucho de lo que se veía en las películas era posible y que en el
monasterio Shaolin existían guerreros invencibles con poderes más allá de la
física (lo que estaba era lleno de guardias rojos con un libro de Mao bajo la
solapa pero bueno), gracias a algo misterioso que se llamaba chi o ki. Bueno…lo
cierto es que entonces decidí como muchos probar y porque no aprender a volar y
dominar la materia como en las películas de kung fu con el sueño casi infantil
de convertirme en algo así como un sayayín.
Así que ya
entrado en gastos, veo que la cosa no es como pensaba pero en vez de sentirme
decepcionado me cautiva el rollo y me meto de lleno entonces a entrenar. Cuando
inicio a competir descubro que no era peculiarmente rápido aunque tampoco tan
lento, algo que es determinado por la genética tristemente para mí. Así, al
tener desventaja en este aspecto que para mí mala fortuna es el más determinante
me obligo a aplicar alguna estrategia a la hora de enfrentar a un contrincante
más rápido y evitar así salir con algunas cuantas consecuencias visibles del
asunto (por no decir con el hocico partido en tres partes) así que como Gaudí
me tocaba ir hacia atrás para buscar ver mejor, si bien el viejo Antoni buscaba
el tranvía, yo me ponía a una distancia prudencial de él.
Al final no me
fue tan mal. Ganaba a veces de esta manera y aunque lo pareciera a veces no
buscaba huir de la situación sino que muchas veces la cuestión es mantener la
distancia y desde ahí poder anticipar los ataques para luego contraatacar con las
mejores armas que poseamos o aquellas con las que nos sentimos más cómodos. Ver
desde atrás es conocer, conocer es ser capaz de anticipar, ser capaz de
anticipar es ganar. Igual unos años después debí muy en contra de mis deseos
pero como lo dictaba la obligación aquellos tiempos a prestar el servicio
militar desde entonces los caminos me fueron llevando hacia otros mares y esta
historia se fue cerrando, pero como ustedes pueden ver, no sin dejar un
aprendizaje.
Por esa misma
época de los ochenta, había pocas cocinas en las casas con mesones de acero
inoxidable ahora por demás comunes (cuanto han cambiado las cosas), así que
muchas tenía todavía una construcción bastante rustica donde no faltaba ni la
piedra para machacar, ni en soporte para la máquina de moler fundamental para
hacer las arepas ya comprar las arepas ya hechas era bastante raro todavía. En
general eran cocinas muy cercanas a la ancestral paro ya a medio camino hacia
otra concepción como todo lo de los ochenta en Colombia. Debido a eso, esta
cocinas presentaban coberturas de latas o madera que unidas al calor y los
residuos, los cuales resistiendo a los más tenaces intentos de limpieza, se
colaban en los resquicios, resultaban ser tremendamente buenas para criar cucarachas
de todos los tamaños y colores. No teníamos más opción que convivir con la
plaga.
Ahora ustedes
se estarán preguntando donde encajan Gaudí, el taekwondo y el ir hacia a otras
con una cocina infestada antigua donde era difícil mantener a raya las
cucarachas. Resulta que para no ser invadidos por estos tenaces insectos, casi
todo el mundo debía fumigar frecuentemente las casas y regularmente nos tocaba
hacerlo a ellos mismos y seguro no exagero cuando digo que el Baygon de Bayer
era casi parte de la canasta familiar. Estando alguna vez en esa tarea casi
imposible vi que si golpeaba con cierta fuerza en una lata que había en la que
en ese entonces era mi casa, salían las cucarachas como locas permitiéndole a
nosotros, sus matadores, utilizar la guerra química cual Sadam con los kurdos. Entonces
decidí llamar de esa forma la acción de provocar una acción impulsiva y muchas
veces esperada del adversario que mediante la provocación ha sido inducido a
ello y que a su vez lo ponga en una situación de desventaja permitiendo sacar
réditos de ello como GOLPEAR LA LATA.
Un ejemplo muy
claro de cómo se utiliza el golpear la lata lo podemos ver en el tema de moda
mientras escribo esto. Confieso que lo introduje luego de haber escrito este
relato pero no pude resistirlo y creo que ustedes me perdonaran y espero me
darán la razón (espero) Hablo de la serie de televisión Juego de tronos. El
protagonista de la serie como muchos lo sabrán era un joven de carácter
heroico, moralmente superior y apuesto como lo exigen los cánones del héroe de
las historias modernas. Por otra parte su alter ego era el famoso rey de la
noche, el soberano de los muertos. En la famosa batalla contra el ejército de
los muertos, todos esperaban que el Rey de la noche se trenzara en una batalla
personal cual caballero medieval “voliando machete” como diría un campirano de
mis tierras en un domingo luego de la paga y tres litros de aguardiente en la
cabeza después, con el protagonista. Pues bien casi que las personas esperaban
que Jon le dijera algo como esto: venid enfermedad venérea si tienes gónadas (obvio
no lo iba a decir así porque la elegancia es un asunto que prima entre
caballeros (de cuento pero en fin de cuentas caballeros, no olvidemos). A lo
que el famoso Rey provocado, no le importo demasiado. Ya lo habían intentado
quemar y bueno, ahí siguió lo que sea que era el dichoso rey. En cambio llamo a
varios de sus esbirros y casi dan buena cuenta del apuesto pero supremamente
tonto protagonista.
Esto no le
gusto al público sediento de tipos blandiendo sus respectivos pedazos de metal
como locos hasta que cae uno, la lógica del último hombre en pie. A veces por
este tipo de lógica es no entiendo como pudimos siquiera atravesar los océanos
y menos, ir a la luna. Lo que queda claro es que al Rey de la noche le
golpearon la lata pero no cayó en el juego. En cambio su apuesto pero tonto
rival fue rescatado, como ya nos estamos acostumbrando, en el último momento
por alguien que si pensamos bien no se deja golpear la lata.
Luego de este paréntesis
de cultura popular de la actualidad, Es bueno volver a decir que ir un poco hacia atrás para
poder ver en perspectiva y entender a que nos enfrentamos y golpear la lata,
claro está evitando que los la golpeen a nosotros hace una gran diferencia. Sin
embargo cuando hablo de ir atrás no solo se trata de dar uno o más pasos
alejándonos para poder ver todo en perspectiva. También lo es dar algunos pasos
atrás en el tiempo para igualmente poder ver la perspectiva ya no solo en el espacio sino desde el tiempo.
Esto es conocer la historia y seguro es la razón por la que se nos enseñan
desde muy temprano las famosas palabras que se cree exclamo Napoleón en algún
momento: “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”
.lastimosamente para él, nuestro casi enano amigo en algún momento olvido. La
historia es poner el tiempo en perspectiva y comprender desde ese punto el
presente y porque no predecir al menos en parte el futuro. Así como en el Aleph.
Pero la
importancia de la historia es todavía más profunda. La historia es la base de
la cultura. Contar historias es construir piedra a piedra el edificio de la
humanidad que nos separa a veces muy a nuestro pesar de la naturaleza pero nos
abre las puertas de una percepción distinta de lo que somos. Y es que entre el
ser humano biológico y el ser humano cultura existe una gran brecha. En la
cultura popular existe la creencia de que
la evolución es lineal y progresiva como lo es la cultura, relacionando
evolución con progreso, mas no lo es así.
Al final, la
evolución es una respuesta mejor de un individuo con ciertas características
heredadas o que aparecen en algún momento que permiten una respuesta mucho
mejor ante una situación diferente pero no necesariamente un mejor individuo
eso si con una respuesta más eficiente ante las nueva situación. Esto es lo que
se llama selección natural: no importa si al extinguirse un individuo era muy eficiente
y sofisticado en varios aspectos si en los más determinantes en ese preciso momento,
es más, estos son los individuos más propensos a la extinción.
La cultura es
completamente diferente. Es acumulativa y progresiva precisamente gracias a la
historia que permite traspasar las experiencias de forma acumulativa, sumarlas,
contextualizar las con nuevas situaciones y a partir de ese conocimiento
anticipar. Donde empieza el ser humano biológico y donde termina el ser humano
cultural? ese punto lo han llamado epigenetica. Sospechamos, con buenos
argumentes que permiten hacer esas conjeturas, que muchos factores que explican
cómo nos comportamos provienen de la información presente en nuestros genes,
uno de ellos, es el lenguaje.
La comprensión de
sí mismo es un asunto de verdad
complicado. Nos miramos a sí mismos muchas veces o con excesiva bondad por el
temor que nos causa el ver nuestros errores y fracasos o con excesiva dureza
por un excesivo sentido de la responsabilidad. Si bien para tomar una buena
decisión es necesario mirar en perspectiva para poder entender el entorno y sus
amenazas, también es necesario mirar de forma introspectiva que de una forma u
otra es buscar perspectiva pero desde lo profundo del alma. Si quieres vencer
debes conocer a tu enemigo, si quieres conocer a tu enemigo debes primero
conocerte a ti mismo. Esto lo decía el arte de la guerra de Sun Tzu.
Tristemente, el
conocimiento tanto del mundo de afuera como el de adentro tiene su costo y ese
costo es la experiencia. Nietzsche decía que la vida es una copa de vino y que
hay que beberla sin importar las consecuencias. Afrontar la vida es fracasar,
fracasar es aprender. Aceptar el fracaso es aceptar el dolor, aceptar el dolor
es tener la voluntad de sobreponerse decir ante la derrota: después de la noche
tormentosa mañana será otro día, aprovechar la dura y costosa experiencia ya
convertida en historia para alzarse de nuevo. Y esto ciertamente es ir atrás:
hacia los refugios internos para volver y ganar. Muchas veces quienes ganan
deben volver desde la derrota, desde las cenizas, desde el dolor.
Al final
después de vencer afuera nos toca retornar a la batalla más importante: la
interior. Buscar nuestra motivación y volver hacia nuestra naturaleza ya no para
conocer nuestra posición ante el mundo exterior sino para reconocer nuestra
verdadera motivación. Y es que lo que terminamos conociendo hacia el final,
después de trasegar tantos caminos es el deseo de encontrar las plazas de
pueblo en una mañana soleada, el anochecer tormentoso, el prometedor placer que
se esconde dentro de la piernas de la mujer amada, la complicidad de la amistad
en fin, el sin número de hechos que forman el empedrado del camino de lo que
somos y todo esto lo comenzamos a ver en un momento, un punto donde el tiempo
se vuelve recuerdo, donde se vuelve historia.
Así como el
agua, muchas veces en las instancias más cercanas a nuestro presente se ven
turbulentas y confusas, más contaminadas pero mientras el tiempo transcurren se
aquietan y van haciéndose cada vez más, los hechos más antiguos permanecen
luego de que los años los han decantado, prístinos y completamente claros. Es
entonces que hemos llegado al final.
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