EN LA LINEA DEL DOLOR

ultimo día

Los últimos días antes de decir adiós a las canchas, al menos como jugador activo, recuerdo ir en el metro un domingo sobre las diez de la noche. El agotamiento y el castigo eran tales que no sabía si iba a ser capaz de dormir aunque seguramente era lo que más deseaba pero más que ello, era lo que necesitaba a rabiar. Ya desde tiempo atrás me esperaba una pasta de anti inflamatorios y relajantes musculares que permitirían al maltrecho cuerpo poder acceder al ansiado paraíso del sueño. Posiblemente para mí era un domingo cualquiera donde al otro día sentiría las evidentes muestras del castigo de la jornada anterior. Era algo a lo que ya estaba acostumbrado desde mucho tiempo atrás y que lo hacía normal y era en ese día lo que solía denominar extrañamente “normal”, hasta que llegando a la estación de transferencia (todavía faltaba un viaje más y otro trayecto adicional a pie) se para un chico y me pregunta:” ¿se siente bien señor? ¿Lo asaltaron? que le paso?”. En ese momento me entere de que lo que para mí era corriente y cotidiano no lo era para nadie más. Me guarde esa reflexión y seguí mi camino. Llegue y cumplí mi cita inaplazable con los anti inflamatorios y relajantes, añorando un poco de hielo pero ya la noche apremiaba y no había tiempo para nimiedades así que sin más, me cambio y voy a la cama e intento dormir como puedo para despertar a la cotidianidad de la semana: trabajo, entreno, entreno, trabajo. Se cumple el plazo de la nueva cita. Ese fin de semana como el anterior debo jugar sábado la fecha regular y luego el domingo una fecha “extra” no por gusto pero si por necesidad. Resulta que en esa época del año muchos estaban ya agotados y porque no decirlo, saciados y no les interesaba demasiado el torneo de tercera. Yo era apoyo del entrenador y no era precisamente jugador de esa categoría. Estaba más concentrado con el segundo equipo que era donde tenía centradas mis esperanzas como jugador ya que esperaba irme ganador con algunos de los chicos con los que me inicie como entrenador en mi club así que tercera fue un accidente que en ese momento me toco asumir ante la negativa de los llamados a defender la camisa pero para mí siempre había sido imposible renunciar (y parece hoy lo sigue siendo) al reto. Voy, juego y ese día todo termina para la tercera. En un difícil duelo contra los chicos de vikingos se pierde por poco. Suerte para ellos, suerte para mí. Tendría un fin de semana de descanso para la ansiada final ya alcanzada con el segundo equipo donde por fin, cerraría mi ciclo. Deshago nuevamente mi camino. Nuevamente me espera mi ración de antiinflamatorios y relajantes, matrimonio que en ese entonces parecía indisoluble y que como pasa con todos ellos afortunadamente hoy se acabó.
lloviendo en Castilla

Otra vez el en metro, otra vez la transferencia, otra vez, un viaje más, otra vez caminar a las once de la noche y quien lo creyera: otra vez alguien que me pregunta: ¿señor se siente bien? ¿Qué le paso? Esta vez fue un niño mucho más joven que el anterior. En ese momento pienso… ¿será este el día de la marmota? Pero pensándolo bien, había sido el día de la marmota por veintitrés años. Ya había tomado la determinación de dar por finalizado toda esta historia. Contaba ya con cuarenta y cinco años y había jugado veintitrés, había ganado mucho (claro esta como diría Emerson palmer con la “pequeña” ayuda de mis amigos) casi todo lo que había jugado. Claro está también tuve muchas frustraciones y derrotas pero hoy estaba ahí, vislumbrando el final por fin. Puedo decir que fue una larga y vibrante aventura y Luego de dos años fuera (pero no lejos) de la cancha todavía mi cuerpo pide, eso si cada vez menos, el fuerte estimulo que ellas nos da. Llego ese día y es el momento soñado. El mejor rival que se pudiera pedir para el juego, el marco insuperable. Primera semana de diciembre y casi espantaban en las gradas. Momento intimo para sellar una historia. Me habían dicho que me tenía que ir en un partido ceremonioso, dándole la oportunidad a muchos que se despidieran de mí. Pero un viejo guerrero no puede despreciar el honor de una última batalla y lo preferirá a los cocteles, ese último momento y minuto con sus camaradas en el campo donde se es, simplemente se es. Se da la patada inicial y empieza el juego. Tal y como se prometía fue durísimo. No recuerdo demasiado del desarrollo del partido porque fue intenso y cerrado. Creo que nos fuimos adelante y luego ellos remontaron y así sucedió durante los ochenta minutos. Cerca del final sacamos una ventaja pero el aguerrido rival no cesa en su intento de quedarse con el ansiado triunfo y comienza a recortar, llegamos a la última jugada y vamos solo un punto arriba, ellos van de frente y sin miedo, sin con mucha determinación recortando espacio entre el balón y nuestro in goal haciendo con cada contacto más plausible la opción de la victoria tan así que ya se acercan a la línea de veintidós, vamos hacia atrás sin remedio. Más aun así no estamos resignados a la derrota; a perder todo en un instante y en un ruck disputado a muerte recuperamos ese ansiado último balón y lo enviamos con una breve patada a la línea de touch sentenciando a nuestro favor ese último partido por un punto decidido en la última jugada. Pude irme campeón, en el anonimato, pero campeón. Ceremonia discreta pero sentida; me despedí de mis rivales primero en un sentido abrazo, luego de mis compañeros algunos de los cuales habían sido mis discípulos unos pocos años atrás, luego de unos pocos amigos que fueron. Unas cervezas, una conversación y de nuevo al metro para después tomar la transferencia, caminar el mismo trayecto y colgar en medio de la noche esa última medalla para luego ir a dormir para iniciar una nueva semana de trabajo. A mis cuarenta y cinco años que me dejaba el rugby? Dinero? En absoluto, Salud? Menos… una reconstrucción de hombro, siete fracturas en la nariz dos costillas, una de metacarpiano donde me descubrieron otras varias no tratadas, luxación de la muñeca, esguinces de rodilla, tendinitis e inflamaciones varias entre lo más relevante además de noches eternas de dolor y agotamiento donde solo veías tus pantorrillas hinchadas por el lactato nos dicen que eso no es. Amigos eso si muchos y es que como decía Hugo Porta el diez histórico de los pumas:” el rugby me dejo amigos”. Pero más allá de eso, me entrego la certeza de superar el dolor y el sufrimiento. No como una esperanza que se regala cuando rezas como cuando sos creyente, no, es como la certeza de que enfrentas el monstruo y lo veces. Ese monstruo es el no puedes, el me duele, el hoy estoy cansado, el ellos ya ganaron, es el para qué.
La cocina

La diferencia para muchos el para qué es una pregunta previamente resuelta con una disculpa creada con antelación. Para mí era una afirmación que buscaba ser reafirmada, partido tras partido, Entrenamiento tras entrenamiento, durante arduas jornadas. La única razón aceptable era debo ir más allá…más allá del dolor pero ¿porque ir más allá del dolor? ¿Porque traspasar la línea de la suave y tibia conformidad y cambiarla por el sufrimiento? Superar el dolor me reafirma como individuo seguramente. Hoy afrontar los retos y las consecuencias de ello son la muestra más vivida de que así fue (posiblemente también se genera una recompensa química en tu cerebro que se va haciendo necesaria y que lo va secuestrando de la misma forma que sucede con el de un adicto, Hasta qué punto es lo mismo?) A pesar de la innegable de estos dos factores existe una razón más profunda y loable: el ir hacia lo desconocido, hacia lo misterioso y crear, crear algo trascendente pero… ¿qué es esto que llamamos trascendente? Por un lado está la propia transformación, Hacer de sí mismo una obra y por otro la verdadera gran obra en el mundo; lo que te dará el derecho a la eternidad. Nada excita mas los anhelos del ser humano que la búsqueda de la eternidad, del superar la muerte. Muchas veces vemos que el deportista busca las dos primeras metas y posiblemente esa sea su objetivo inicial lo cual es completamente comprensible ya que en un inicio eso es lo que buscamos en todo nuevo camino que emprendemos. Es esa la razón por la que para muchos luego de algunos partidos muy posiblemente varias temporadas, es fácil decir adiós porque luego de saciado el hambre por lo básico traspasar la línea del dolor es una mala negociación ya que en otras palabras el costo ya es mayor que el beneficio. Construir algo más allá de uno es una gran motivación si bien abstracta, intangible, como si fuera la luz de una vela en una lejana cabaña en medio de la nada donde las polillas nocturnas vislumbradas quizás por un ficticio paraíso encuentran la muerte ¿Mística muerte? No te lo podría decir pero inclinémonos a pensar que sí. Es posible que nosotros si vislumbremos una suerte de paraíso en esa mortecina luz que es el logro porque eso se convierte en el legado. Y es que ahí es donde la cosa se pone interesante: la transformación de los intereses. Al principio un interés meramente sensorial y pasajero al final uno mucho más trascendental así como en la alquimia es la transformación del plomo en oro: ahí está la piedra filosofal, el dolor. Porque al final lo eterno, lo trascendente parte desde la propia búsqueda, solo de nosotros y no nos es regalada ni ofrecida, es el tesoro que conquistamos de nosotros mismos. Hay una historia sobre un antiguo pueblo donde prevalecía el más fuerte como era lo normal en la antigüedad y como en todo pueblo de esos siempre había alguien en teoría más débil, condenado a desaparecer al menor suspiro. Ante la miseria de su vida, emprende la búsqueda de un afamado guerrero para que lo defienda de los abusadores. Imploraron su piedad pero la única piedad del guerreo fue decirle: no te defenderé del os abusadores, mi única concesión será hacerte fuerte para que los enfrentes tú mismo cada que lo requieras”. Lo demás es la historia del maltrato. Al final es eso… la solución parte de nosotros mismos, la búsqueda parte desde nuestros deseos, lo trascendente se conquista cabalgando sobre el miedo mientras reímos. No habrá un ángel salvador, no existirá salvador aparte de nosotros mismos. Solo afrontando el dolor y el miedo de frente se encuentra el camino.
nótese la fractura en la mano.

Años de prosperidad y de divorcio con el dolor nos han enseñado falsamente que el bienestar es la norma, un paraíso perdido al cual tenemos un derecho divino a retornar, más la historia nos enseña que no es así. Posiblemente hoy en día afrontamos las consecuencias de no afrontar los costos y no ir por las grandes conquistas esperando que sus deliciosos manjares sean servidos simplemente en nuestra mesa porque ese es nuestro deseo y no nuestra conquista, tal cual fuéramos niños que no entienden el mundo más allá de sus deseos y necesidades. Nunca lo mejor se dio gratuito y los grandes logros lo son por el costo y lo que hay que dar por ellos, así que hoy me paro en la línea del dolor y desafiarla será me decisión soberana, hoy seré dueño de mi vida pero si decido quejarme y esperar una justa compensación será mejor? Lo dudo. Entregar el dominio de la propia existencia será una solución vana y pasajera pero al final el pago no será mayor. No se debe olvidar el deseo de justicia pero la vida no da espera y más allá está el perdonarme a mí mismo Porque la soluciones la final no las debo buscar en los demás aunque las deban. Esta en mí mismo la decisión de vivir mi vida de forma autónoma como debe ser.

Comentarios

  1. Te faltó mencionar el famoso asado de equipo perdedor

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